Hablar de comunicación en el mundo de los negocios no es hablar de simples mensajes, correos o presentaciones. Es hablar de cómo las organizaciones construyen sentido, identidad y cultura en un entorno cada vez más complejo. Sobre este tema, el Magíster Francisco Pardo Segovia, Director de Comunicaciones, ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional, acompañando a empresas y líderes en procesos de transformación que van más allá de lo técnico para adentrarse en lo humano.
En esta entrevista, Pardo comparte experiencias, aprendizajes y reflexiones que invitan a mirar la comunicación como un acto estratégico y profundamente humano. Desde los retos de transmitir una visión hasta el rol de la empatía en los negocios, sus respuestas ofrecen claves valiosas para quienes buscan liderar con coherencia en un mundo digital, acelerado y lleno de ruido.
¿Cuál ha sido el mayor desafío que enfrentaste al comunicar una visión empresarial en un entorno corporativo, y cómo lo superaste?
Uno de los mayores desafíos que he enfrentado al comunicar una visión empresarial ha sido, sin duda, contrastar culturas organizacionales que no comprenden que la visión no es un eslogan, ni un simple mensaje que se transmite de arriba hacia abajo. La visión es un acto de liderazgo simbólico, un relato que debe ser comprendido, interiorizado y compartido. El obstáculo más común ha sido precisamente ese: la desconexión entre el discurso estratégico y la cultura interna de la organización.
En una ocasión, asesorando a una gran empresa, la dirección quería imponer una nueva visión transformadora, orientada hacia la sostenibilidad y la innovación. Sin embargo, la mayoría de los empleados la percibía como algo impuesto y lejano a su realidad cotidiana. El error radicaba en que no se había construido colectivamente ni se había traducido en comportamientos concretos.
La forma de superar este desafío fue aplicar lo que siempre he defendido: la visión debe narrarse, visualizarse y vivirse. Trabajamos con todos los niveles de la organización para codiseñar un relato compartido, que conectara con su historia, sus valores y su propósito. Introdujimos símbolos, metáforas y experiencias concretas que dieran sentido a esa visión en el día a día de cada área.
Solo cuando las personas entienden el “para qué” y el “por qué” de lo que hacen, la visión deja de ser un texto colgado en la pared y se convierte en una guía viva de comportamiento organizacional.

¿Qué habilidades de comunicación empresarial crees que son imprescindibles hoy en día, en un mundo tan digital y acelerado?
Hoy más que nunca, en este mundo hiperconectado y veloz, las habilidades de comunicación que realmente importan no son las que tienen que ver con la tecnología, sino con la capacidad de generar sentido y confianza en medio del ruido.
La primera habilidad clave es la escucha activa. Parece básica, pero es profundamente transformadora. Escuchar no es esperar tu turno para hablar; es comprender de verdad qué está pasando en la cabeza y en el corazón de las personas dentro de la organización.
La segunda es la comunicación empática y auténtica. Las personas ya no toleran los discursos acartonados ni los “powerpoints” llenos de frases vacías. Necesitan líderes y comunicadores que hablen con claridad, con humanidad, con propósito.
Y la tercera, que para mí es fundamental, es la capacidad de simplificar sin perder profundidad. Vivimos saturados de información. Quien logra traducir lo complejo en mensajes claros, accionables y relevantes, tiene una ventaja enorme.
La digitalización nos exige aprender herramientas, sí, pero sobre todo nos obliga a re-humanizar la comunicación. Porque en el fondo, lo que más necesitan las organizaciones no es más información, sino más conexión.
¿Puedes compartir una anécdota memorable de tu trabajo como comunicador que ilustre el impacto de una buena estrategia de comunicación?
Sí, recuerdo especialmente un caso que viví asesorando a una empresa que atravesaba un proceso de transformación profunda. Habían invertido millones en tecnología, en nuevos sistemas y procesos, pero no habían considerado lo más importante: la cultura interna y la percepción de las personas.
Los empleados estaban desmotivados, confundidos, incluso escépticos. El cambio se vivía como una amenaza. Fue entonces cuando propuse intervenir no desde la “comunicación operativa”, sino desde una estrategia de comunicación simbólica e identitaria.
Creamos un relato que conectaba el pasado de la organización —sus raíces, su razón de ser— con el futuro que buscaban construir. No como algo impuesto, sino como una evolución natural, lógica y compartida. Diseñamos una identidad verbal y visual coherente, espacios de diálogo reales, y acciones simbólicas que representaran ese nuevo contrato cultural.
Lo memorable fue que, al cabo de unos meses, los líderes empezaron a ser vistos no como ejecutores de cambio, sino como intérpretes de sentido. La gente empezó a sentirse parte de algo más grande que un proceso técnico: una visión con alma.
Esa experiencia confirmó algo que siempre sostengo: una buena estrategia de comunicación no se mide por los canales que usamos, sino por su capacidad de transformar percepciones, crear sentido común y movilizar voluntades porque la comunicación, bien entendida, es la arquitectura invisible de las organizaciones.

¿Qué papel juega la empatía en la comunicación empresarial, y cómo la integras en tus estrategias?
La empatía no es un valor añadido en la comunicación empresarial, es su condición esencial. Comunicar no es emitir mensajes, es establecer relaciones y no puede haber relación auténtica si no comprendemos al otro: sus necesidades, sus emociones, sus códigos culturales.
En mis estrategias de comunicación, la empatía no se trata de “decir lo que el otro quiere oír”, sino de ponerse en su lugar para construir significados compartidos. Esto exige dejar de pensar en “públicos objetivos” como entes pasivos, y empezar a verlos como personas con experiencias, percepciones e imaginarios propios.
Por ejemplo, al desarrollar una estrategia de identidad corporativa o de transformación cultural, el primer paso no es diseñar un mensaje, sino comprender el sistema simbólico en el que se mueve la organización: cómo piensan sus miembros, qué valores los movilizan, qué miedos y aspiraciones tienen. Esa comprensión profunda es la base para una comunicación que no impone, sino que convoca y alinea.
La empatía, entonces, no es solo emocional, es estratégica y estructural. Permite que la comunicación empresarial deje de ser una herramienta funcional y se convierta en un acto de conexión humana, que moviliza, inspira y construye cohesión.
¿Cuál es el error de comunicación más común que ves en las empresas, y qué consejo darías para evitarlo?
El error más común —y también el más grave— que observo en las empresas es confundir información con comunicación.
Muchas organizaciones creen que por enviar correos, hacer boletines o colgar mensajes en una intranet ya están comunicando. Pero informar no es comunicar. La información transmite datos; la comunicación construye sentido, crea vínculos y moviliza acciones.
Este error tiene consecuencias profundas: genera ruido, confusión, desalineación y, sobre todo, desconexión emocional entre la empresa y sus públicos internos y externos. Se pierde la capacidad de generar cultura, identidad y cohesión.
Mi consejo es simple, pero requiere un cambio de mentalidad: dejen de pensar en “emitir mensajes” y empiecen a pensar en “generar sentido compartido”. Esto implica escuchar antes de hablar, comprender antes de diseñar, y construir narrativas que integren a las personas en lugar de solo transmitirles instrucciones.
La comunicación empresarial debe ser entendida como un sistema estratégico, simbólico y cultural. No como una función táctica subordinada al marketing o los recursos humanos, sino como el tejido que sostiene la organización desde dentro.
Solo cuando las empresas entienden esto, la comunicación deja de ser un gasto y se convierte en capital: un capital relacional, identitario y transformador.
Como docente, ¿qué lección clave intentas transmitir a tus estudiantes sobre la importancia de la comunicación en los negocios?
La lección fundamental que intento transmitir es que la comunicación no es una herramienta, es una estructura invisible que sostiene todo el sistema empresarial.
Muchos estudiantes llegan pensando que la comunicación en los negocios se reduce a hablar bien, hacer presentaciones eficaces o diseñar campañas atractivas. Pero yo les muestro que la comunicación es mucho más: es una función estratégica que articula cultura, identidad, organización y liderazgo.
Toda empresa comunica, aunque no diga una palabra. Comunica con sus actos, con sus silencios, con su cultura, con sus símbolos. Por eso, la clave no está en aprender a “decir cosas”, sino en comprender cómo se construye el sentido dentro de una organización y cómo ese sentido guía las conductas, alinea a las personas y sostiene la reputación.
Les enseño que la verdadera comunicación en los negocios es una arquitectura de significados compartidos, y que quien domina esa arquitectura no solo informa: transforma.
Esa es la gran lección: la comunicación no es un departamento, es el alma estructural del negocio.
¿Cómo ha influido tu experiencia como docente en tu enfoque para liderar proyectos de comunicación empresarial?
Mi experiencia como docente ha sido decisiva para consolidar una visión más profunda, estructural y crítica de la comunicación empresarial.
En la docencia uno no solo transmite conocimientos; también aprende a escuchar, interpretar y traducir diferentes formas de pensar. Esto me ha permitido, al liderar proyectos de comunicación, no imponer modelos cerrados, sino diseñar estrategias vivas, adaptadas a la cultura de cada organización y a sus necesidades reales.
Además, enseñar me obliga a descomponer lo complejo en principios fundamentales, a cuestionar los automatismos y a buscar siempre el “por qué” detrás del “cómo”. Esa actitud analítica y constructiva la traslado directamente a los proyectos: no se trata de hacer comunicación, sino de entender la comunicación como un sistema de relaciones, significados y comportamientos organizativos.
La docencia también me ha recordado constantemente algo esencial: las personas aprenden —y cambian— cuando entienden el sentido de lo que hacen. Y esa es precisamente la función de la comunicación en la empresa: dar sentido, articular significados compartidos, y facilitar que la organización piense y actúe en coherencia.
En resumen, ser docente me ha convertido en un comunicador más consciente, más estratégico y, sobre todo, más humano.

¿Qué tendencias en comunicación empresarial te entusiasman más para los próximos años, y por qué?
Una de las tendencias que más me entusiasma en la comunicación empresarial para los próximos años es el cambio desde la comunicación corporativa vertical, unidireccional y controladora, hacia una comunicación más horizontal, participativa y humana. Las empresas están empezando a entender que comunicar no es solamente decir cosas, sino crear conversaciones significativas.
Me emociona especialmente ver cómo la escucha organizacional está ganando protagonismo. No se trata solo de hacer una encuesta anual de clima, sino de generar canales reales y permanentes donde las personas puedan expresar lo que piensan, sienten y necesitan. La escucha activa y sistemática es la base para construir culturas más saludables y coherentes.
Otra tendencia poderosa es la comunicación basada en propósito y valores reales, como un faro que guía decisiones, comportamientos y conversaciones. Las personas, sobre todo las nuevas generaciones, ya no quieren trabajar en empresas sin alma; buscan sentido, coherencia y transparencia.
Y finalmente, la tecnología también está transformando la comunicación, pero el foco no debe estar en la herramienta sino en el uso que le damos. Me entusiasma ver cómo plataformas colaborativas, inteligencia artificial y automatización pueden ayudar a potenciar la comunicación interna, siempre y cuando estén al servicio de las personas, no para vigilarlas o saturarlas, sino para empoderarlas.
En resumen, la comunicación está dejando de ser una herramienta del poder, para convertirse en una herramienta del cuidado, la colaboración y la transformación cultural profunda. Esa es la comunicación que necesitamos para construir empresas más humanas y más efectivas.
Si pudieras darle un consejo al “tú” del pasado, cuando recién comenzabas en la comunicación empresarial, ¿cuál sería?
Creo que he sido bastante afortunado. Estudié en una universidad de la cual me puedo sentir orgulloso, he tenido jefes maravillosos que siempre me impulsaron a seguir creciendo. Los retos aumentan año a año. Te superas a ti mismo día tras día. Si pudiese regresar en el tiempo y conversar con mi yo del pasado creo que sería muy duro conmigo mismo. No por no haber hecho las cosas bien sino porque todo puede siempre hacerse mejor.
No es un entorno fácil ni una vida en permanente color de rosa pero el rodearte de las personas adecuadas en los momentos precisos son la clave del éxito.

