Han pasado apenas unos días desde la marcha del 15 de octubre, y el país ya volvió a su reflejo más viejo: señalar al que protesta, al que canta, al que incomoda. Esta vez, el blanco fue el rapero Trvko, asesinado durante la movilización, y hoy convertido —por obra de algunos congresistas— en el nuevo enemigo público. Lo llaman “terruco”. Así, sin pruebas, sin pudor y, sobre todo, sin memoria.
En el Perú, esa palabra se usa como bala simbólica. “Terruco” sirve para silenciar, para manchar reputaciones, para invalidar cualquier voz que cuestione al poder. Ya no se lanza por miedo al terrorismo, sino por miedo al pensamiento distinto. Lo que empezó como un término ligado a un periodo oscuro de nuestra historia terminó convertido en una etiqueta política para criminalizar la disidencia.
Trvko no era terrorista. Era artista. Su arma era un micrófono, no un fusil. Cantaba sobre desigualdad, rabia social, abandono y esperanza: los mismos temas que el Congreso ignora cada semana desde su curul. Participó en una marcha, no en una célula subversiva. Murió con una bala, no con una bomba.
Lo más preocupante no es solo la calumnia, sino la facilidad con la que una parte de la clase política reproduce ese discurso. Cada vez que un congresista suelta la palabra “terruco”, legitima el odio y borra décadas de esfuerzo por sanar un país que aún no supera sus heridas. Convertir el insulto en argumento solo demuestra que el poder prefiere demonizar a sus críticos antes que escucharlos.
“Llamar ‘terruco’ a un joven artista no es proteger la democracia: es profanarla.”
La muerte de Trvko debería habernos unido en indignación, no dividido en etiquetas. Si el Estado puede disparar y el Congreso puede insultar, ¿qué queda del derecho a protestar? Si cantar o marchar se vuelve motivo de sospecha, ¿qué clase de país estamos construyendo?
El Perú no necesita más miedos heredados ni discursos de odio reciclados. Necesita memoria, justicia y respeto. Porque mientras se siga usando “terruco” como insulto, seguiremos repitiendo lo peor de nuestra historia con la misma ceguera de siempre.
Marcos GY
