La inseguridad en Carabayllo ya no es solo un problema de delincuencia común; es un síntoma de un Estado ausente. Hemos normalizado que exploten autos en plena avenida, que buses de transporte público sean atacados con explosivos y que comerciantes y transportistas tengan que pagar “cupos” para sobrevivir. Pero lo que hoy ocurre supera cualquier límite: las mafias están extorsionando a estudiantes para que puedan celebrar su fiesta de promoción. Sí, en Carabayllo ahora hasta los niños son botín.
Recientemente, los padres y docentes de varios colegios recibieron mensajes intimidatorios. Los delincuentes exigían 30 soles por alumno, bajo amenazas de muerte y acompañando sus palabras con fotos de armas y explosivos. “Un niño puede morir si no cumplen”, decían. Ante esto, algunos colegios han tenido que suspender las clases presenciales y optar por la virtualidad, como si los estudiantes fueran rehenes en su propia comunidad.
Lo más grave no es solo la audacia de los criminales, sino la indiferencia de quienes deberían protegernos. El Ministerio del Interior se limita a declaraciones aisladas, la Policía está desbordada y la Municipalidad de Carabayllo parece no tener idea de cómo enfrentar esta ola de violencia. En vez de planes concretos de seguridad, tenemos discursos vacíos. En vez de patrullajes efectivos, tenemos excusas.
No podemos aceptar que la vida de nuestros hijos dependa del pago de un cupo a bandas criminales. No podemos resignarnos a vivir bajo la lógica del miedo. Y no podemos seguir tolerando autoridades que administran la crisis con indiferencia, como si la amenaza a los escolares no fuera una bomba de tiempo que, tarde o temprano, cobrará vidas.
Carabayllo merece vivir en paz. Y el país entero debe entender que lo que ocurre aquí es un espejo de lo que puede pasar en cualquier distrito donde el Estado abdique de su deber. Extorsionar a niños no es solo un delito; es una derrota moral para todos nosotros. La pregunta es si dejaremos que esto siga ocurriendo o si, de una vez por todas, exigiremos a nuestras autoridades lo que hasta ahora se niegan a darnos: seguridad y justicia.
Marcos GY
